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Un día en una colonia judía
en Palestina
Istico
Battistoni
Mundoarabe.org, 26/02/2005
Mientras las autoridades gubernamentales israelíes y
palestinas reemprenden los contactos en la era post-Arafat, más de cuatrocientos
mil colonos continúan su vida en los llamados “settlements”, asentamientos súper
protegidos en el interior de los Territorios Ocupados (Cisjordania, Franja de
Gaza, Jerusalén Este). De cuando controla los Territorios Ocupados, el Gobierno
israelí ha desarrollado un complejo mecanismo legal y burocrático que ha hecho
posible la cesión del 50% del territorio de Cisjordania y del 20% del territorio
de la Franja de Gaza, principalmente para construir colonias y procurarse
reservas de terreno para su futura expansión. Esto lo ha hecho a través de
diversos mecanismos: declarando y registrando las tierras como “propiedad del
Estado”, requisándolas por razones militares, declarándolas “propiedad
abandonada” y confiscándolas por exigencia pública; o bien adquiriéndolas,
recurriendo frecuentemente a acuerdos fraudulentos.
Los colonos representan el 8% de la población
israelí, el 9% de la población en Cisjordania y el 0.6% de la de la Franja de
Gaza. El Gobierno israelí tiene la intención de trasladar los 7.800 colonos
asentados en Gaza, pero no sabemos nada de sus intenciones en Cisjordania. ¿Qué
sucederá si se presenta una nueva oportunidad para la institución de un Estado
palestino? A parte de los planes gubernamentales para la retirada de los 7.800
colonos de Gaza, todo está por el momento predispuesto a conservar los
asentamientos en Cisjordania, hasta el punto que aquellos colonos que han
decidido voluntariamente dejar Cisjordania durante esta Intifada y han pedido
ayuda al Gobierno no la han obtenido nunca. Convertirse en colonos hoy puede
significar convertirse en rehenes de la política “colonial” del gobierno...
Esto lo supe cuando Rafi me llevó a su casa en
la colonia de Peduel. Peduel está próxima a la Línea Verde de 1967, que separa
virtualmente Cisjordania de Israel, a la altura de Tel Aviv. Conocí a este
colono durante la recogida de las olivas en la aldea palestina de Dir Ballout.
Una tarde, lo encontré en el lugar mientras hablaba con algunos amigos
palestinos. Aquella tarde, Rafi se había quitado la Kipa, el cubrecabeza
hebreo, y llevaba la kefiah, el pañuelo palestino. Rafi participó en la
guerra en Líbano durante ocho años en los años 80, y ahora quiere vivir
tranquilo, entre los árabes que no ha dejado nunca de amar, a pesar de todo. De
padre hebreo turco y madre hebrea tunecina, nace en Israel, pero convive desde
niño con árabes israelíes en Lod. Y ahora, desde hace 15 años vive en esta
colonia. “La guerra es una mala cosa. Mi hijo, después del servicio, ha
rechazado la carrera militar, y no quiere usar las armas contra los palestinos”-
cuenta. El sabe lo que es la guerra, tiene una pierna lisiada de aquellos años
en Líbano. Cuatro niños suyos y cinco huérfanos adoptados, su casa nunca está
vacía. Para llegar a ella, se pasa por dos controles, y por unas cuantas villas
con jardín, una al lado de otra. Visitamos la sinagoga, la biblioteca - abierta
por iniciativa de las madres del asentamiento - pasamos por delante de la
escuela elemental, y damos una vuelta por la colonia cercana, Ali Zahav. En las
dos colonias viven en total 800 familias. “Muchas vinieron aquí porque las casas
no eran caras y han transformado este lugar con sus manos”. Y es fácil
comprender por qué vinieron. Los militares están por todas partes, Tel Aviv está
a 40 minutos en coche, y la vista es absolutamente extraordinaria. Hacia
oriente, las colinas de olivos de Cisjordania. Hacia occidente, cuando el cielo
es claro, se ve el mar Mediterráneo brillar más allá de las torres de Tel Aviv,
y se reconocen las ciudades costeras, desde Gaza hasta Haifa.
Las colonias no son más que modernos barrios
residenciales arbolados, que podrían encontrarse aquí como en cualquier otro
lugar. El diseño es el de casas adosadas, con el tejado de tejas rojas y un
jardín atrás, y se distinguen de la arquitectura de las aldeas palestinas.
Situadas sobre las cimas de las colinas, las colonias se distinguen incluso de
noche: sus luces son amarillas y potentes, las de las aldeas palestinas blancas
y discretas. Asentamientos urbanos plantados en el corazón del mundo rural
palestino, no tienen ninguna relación con el territorio, si no fuese por el
suelo y el agua que utilizan. El control de los recursos hídricos es
extraordinario. Según la Fundación para la Paz en Oriente Medio, el
consumo hídrico por cabeza de los colonos es seis veces superior al de los
palestinos. El caso más emblemático es el de las colonias del Valle del Jordán.
Según la organización israelí de derechos humanos B´Tselem, el consumo
hídrico de los 5000 colonos del Valle del Jordán, que utilizan el riego
intensivo para sus cultivos, es equivalente al 75% del consumo urbano y
doméstico de toda la población palestina de Cisjordania (casi dos millones y
medio de personas).
Rafi baja de vez en
cuando a la aldea de Dir Ballout, lleva medicinas y acompaña a un hospital
israelí a los enfermos graves. A veces interviene en caso de abusos en el
checkpoint a la puerta de la aldea. “Una vez denuncié a un soldado que estaba
echado dormitando en el checkpoint y dejaba que esperasen durante horas los
palestinos sin dejarlos pasar. Le cayeron veintiún días de cárcel”- dice en tono
desafiante. Rafi sabe que esto sólo lo puede hacer él, que es colono. “La
Intifada ha empeorado las cosas para los palestinos”-añade convencido. Antes de
la Intifada, las fábricas de muebles, vidrio y ferreterías de capital israelí
situadas entre Peduel y Ali Zahav empleaban personal palestino, ahora es todo
mucho más difícil. Rafi lleva su batalla personal para reabrir las puertas de
Peduel a los obreros y a las empleadas domésticas palestinas, pero hasta ahora
su línea no se ha impuesto. Quisiera hacer cosas “con los árabes”, como abrir un
parque público común u organizar partidos de fútbol para niños, pero ha de
vencer la hostilidad interna. Y la desconfianza palestina. Rafi es un personaje
claro, y critica la corrupción entre los “señores” de la Autoridad Palestina:
“¿Por qué no arreglan las carreteras de Dir Ballout? ¿Por qué no construyen
hospitales, escuelas?”- dice alzando la voz. En realidad, un nuevo edificio
escolar lo estaban construyendo, pero debieron terminar definitivamente las
obras porque los soldados dijeron que estaba fuera de la aldea..., pero estas
cosas los colonos quizás no las saben.
“No todos los colonos son ortodoxos, pero en
TV hacen hablar solamente a los extremistas, y yo no estoy entre ellos”- explica
Rafi. Los hebreos ortodoxos lo acusan de ser “blando” en la confrontación con
los árabes. Tienen razón. Rafi recoge firmas, llama a la prensa y escribe a las
autoridades israelíes para que el “Muro de la Separación” israelí no pase entre
Peduel y Dir Ballout. Su iniciativa ha tenido efecto, y el Muro pasará de
momento por detrás de Dir Ballout, un poco más cerca de la Línea Verde de 1967.
Pero habrán también víctimas:”En un mes, cuando el Muro se aproximará, dejaré la
región y me iré a Hebrón a pié”- dice Ismael, un beduino que pastorea 300 cabras
entre Dir Ballout y la Línea Verde. El Muro le impedirá el acceso a los pastos,
y él y los otros once beduinos del campo se deberán ir, sin recibir ninguna
compensación, y alcanzar Hebrón, donde, por falta de pastos, deberán vender la
mitad del rebaño.
“Pero, ¿es verdad que recibís subvenciones por
vivir en los asentamientos?-pregunto a Rafi. “No, no es verdad. ¿Ves la
carretera de acceso al valle? La mitad la hemos pagado nosotros”.-me responde.
¿Será verdad? Quizás en su caso. “Todos los gobiernos israelíes han mantenido
una vigorosa y sistemática política para animar a los ciudadanos israelíes a
trasladarse de Israel a Cisjordania”- advierte B´Tselem en su documento
Tierra robada: política de Israel en los asentamientos en Cisjordania. Esto
tiene lugar por un lado a través del apoyo directo a los colonos, por medio de
beneficios fiscales, subsidios para la casa y las empresas, beneficios para los
maestros y trabajadores sociales y reducciones de las tasas escolares- y por
otro a través de financiaciones preferentes para las administraciones locales de
las colonias. El balance de las administraciones de las colonias, de hecho, es
superior al 45% respecto al de las administraciones locales en Israel. A esto,
se añaden las inversiones para las infraestructuras de carreteras y para la
seguridad militar, que representan las precondiciones para la existencia de los
asentamientos.
“¿Y que haréis si se instituye un Estado
palestino?”-pregunto aún. “Si me dan la posibilidad de escoger donde vivir, yo
viviré aquí, incluso en un Estado palestino, siempre que sea democrático. Yo
creo que son muchos los colonos que estarían dispuestos a seguir viviendo aquí.
Y los colonos ortodoxos que no pueden ver a los árabes, bien, creo que Israel
posee la fuerza para hacerlos marchar”- responde.
“¿Pero cómo es posible que los colonos o una
parte de ellos permanezcan en un Estado palestino sin tener en cuenta el derecho
al retorno de los refugiados palestinos? La tierra es poca”-rebato.
“No es verdad que sean muchos
refugiados”-trata de convencerme Rafi. En realidad, son cinco millones,
esparcidos por el mundo, de los que 3,5 están registrados en la Agencia para los
refugiados palestinos de las Naciones Unidas (UNRWA).
Rafi es un hombre de
buena voluntad. Es optimista y quisiera continuar viviendo donde vive. Pero si
el futuro del Estado palestino es incierto, también lo es el de los colonos. Hoy
por hoy, no creo que los colonos puedan pensar en vivir en un Estado palestino,
sin soldados israelíes al lado. Salim, amigo íntimo de Rafi, es palestino, y
vive en la aldea de Dir Ballout más abajo. En el pasado ha trabajado en Paduel,
y Rafi le visita con frecuencia. En ausencia de Rafi, Salim me dice como están
las cosas:” No hay alternativa, las colonias deberán ser ofrecidas a los
refugiados. No habrá nunca paz, si no se reconoce el derecho a retornar a su
propia tierra a aquellos que tuvieron que huir”. Según el derecho internacional
y la legislación internacional sobre derechos humanos, las colonias son
ilegales, como ilegal es la utilización de las tierras confiscadas para
beneficio exclusivo de las colonias, prohibiendo el uso a los palestinos.
Mientras esperaba a Rafi en el checkpoint a
los pies de Peduel y Ali Zahav, los soldados que sabían que iba a las colonias
me han ofrecido té. ¡No lo hubiese creído nunca! Dos días más tarde, saliendo de
la aldea palestina de Dir Ballout, situada en la parte opuesta del mismo
checkpoint, a mi ademán de saludar uno de aquellos soldados no ha querido
responder. Colonos y palestinos viven unos al lado de los otros, pero sólo unos
pocos de ellos se hablan. La carretera hacia una paz justa está aún por
construir.
Información:
B’Tselem,
Terra rubata: politica di Israele negli insediamenti in West Bank, Mayo
2002, disponible en italiano en www.operazionecolomba.org
Foundation for Middle East Peace,
Israeli Settlements in the Occupied Territories: A Guide, www.fmep.org