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La cumbre del optimismo (I)

Marwan Bishara 


Mundoarabe.org,
 13/02/2005
Tras ocho cumbres triunfales, siete acuerdos de transición, diez intentos fallidos de tregua y cuatro años de sangrientos enfrentamientos que han causado 5.000 muertos palestinos e israelíes, esta nueva cumbre en el balneario egipcio de Sharm El Sheij ha dado como resultado un nuevo acuerdo de tregua para poner fin a toda violencia. Si la historia puede servirnos de guía, el vago acuerdo del martes tendrá el mismo éxito fallido que sus precedentes.

La cumbre cuatripartita, con inclusión de Egipto y Jordania, ha concluido con un nuevo acuerdo de seguridad que obliga al Gobierno palestino a poner fin a la Intifada mientras Israel continúa ampliando sus asentamientos ilegales, aislando el Jerusalén este árabe y construyendo un gran muro en los territorios cisjordanos para segregar las populosas zonas palestinas. No deja de ser curioso que el levantamiento palestino estallara por estas y otras violaciones israelíes que siguen produciéndose.

 Los dirigentes israelíes y palestinos han acordado un cese de la violencia, pero discrepan sobre su puesta en práctica. El recién elegido presidente palestino Mahmud Abbas se ha comprometido con la desmilitarización pacífica de la Intifada; el Gobierno israelí le exige que tome medidas enérgicas contra los militantes islamistas o, en palabras de Sharon, que destruya la infraestructura del terrorismo. La diferencia entre las dos interpretaciones es perjudicial para los palestinos y podría torpedear todo el proceso diplomático. El enfoque de Abbas podría unir a los palestinos cara a las parlamentarias de julio y empujar a los grupos militantes al proceso democrático y quizá político. La actitud de Sharon, en cambio, conducirá a la guerra civil y a la reanudación de los enfrentamientos con Israel. Si consideramos que los islamistas de Hamas obtuvieron la mayoría de los escaños en las recientes elecciones municipales celebradas en la franja de Gaza, cualquier presión israelí o estadounidense sobre la Autoridad Palestina para que tome medidas enérgicas contra los militantes islamistas conducirá en última instancia al fracaso y a una mayor -no menor- violencia.

 Paradójicamente, la violencia interpalestina ahorraría a Sharon el problema de tener que cumplir las obligaciones de Israel contenidas en la hoja de ruta y el proceso de paz; de modo especial, el desmantelamiento de los asentamientos, la retirada de los territorios ocupados y la negociación del futuro de Jerusalén y los refugiados palestinos.

 En lugar de eso, Sharon prefiere centrarse en el futuro inmediato en la salida de la franja de Gaza, una de las zonas más pobladas y pobres del mundo -y que sólo constituye un 2% de la Palestina histórica-, mientras su Gobierno continúa aislando Jerusalén con barreras y muros, así como reforzando la presencia de Israel en más de 190 asentamientos que se extienden por más de la mitad de Cisjordania, territorio diez veces superior a la franja de Gaza.

El presidente egipcio, Mubarak, y el presidente Abbas evitaron toda mención a las actuales violaciones de la legislación internacional por parte de Israel y firmaron los acuerdos para garantizar el éxito de la cumbre. Los reunidos hablaron en nombre del futuro de "hijos y nietos"; mientras tanto, padres y abuelos palestinos se pudren en las cárceles israelíes. Sharon ha prometido liberar a sólo 900 de los 8.000 presos (la mayoría de los cuales ha cumplido la condena); Egipto y Jordania, por su parte, han prometido el regreso de sus embajadores a Israel y la normalización de las relaciones diplomáticas.

 En los próximos meses, el renovado impulso dará lugar a interminables fotos para demostrar los avances, mientras el Gobierno de Sharon dividirá sus muy esperados acercamientos en incontables ocasiones de dolorosos compromisos israelíes y victorias palestinas. Liberará prisioneros con cuentagotas y se retirará de las ciudades palestinas reocupadas de acuerdo con un prolongado y condicionado calendario siempre y cuando, por supuesto, los palestinos tengan éxito en su nueva "misión imposible".

 El parecer de Sharon sobre lo que es una buena táctica podría ilustrarse con un viejo cuento judío. Un rabino le dice a un pobre que se queja de vivir hacinado que meta a su rebaño dentro de su casa. A pesar del desconcierto, el hombre obedece y consigue meter todos los animales. Entonces, el rabino le dice al hombre que saque todas las cabras, y la casa parece de pronto espaciosa.

Por desgracia, Sharon espera que, tras tres años de opresión y cierres, los palestinos se alegren de moverse con libertad por unos territorios segregados y reducidos. Quizá sea así a corto plazo, pero, más pronto que tarde, volverán a golpear las puertas de Israel exigiendo la libertad de su tierra ocupada, de toda su tierra.

 Mientras tanto, el cumplimiento de la hoja de ruta de seguridad del martes facilitará el camino para el plan de salida de la franja de Gaza, lo cual a su vez podría allanar el terreno para la vuelta a las negociaciones según la hoja de ruta auspiciada por el cuarteto (Estados Unidos, las Naciones Unidas, la Unión Europea y Rusia). Esta última fue introducida por Estados Unidos para conseguir que las partes desencantadas volvieran al proceso de Oslo que luego guiará a los implicados hasta unas negociaciones sobre el estatuto final que en última instancia abran la vía de un acuerdo final que acabe con el conflicto. Si suena confuso es porque Israel lo quiere así.

 Desde su inicio, hace más de una década, Israel ha insistido en que el proceso de paz con los palestinos se negocie y se aplique por fases, con lo cual cada paso está sujeto a un retraso, un cambio o un descarado veto israelí. En el periodo 1993-2000, los palestinos firmaron siete acuerdos de transición que han aumentado sistemáticamente sus obligaciones de seguridad y reducido sus beneficios nacionales.

 El octavo acuerdo de esta semana ha contribuido a alargar el proceso de paz, ampliando el proceso y disminuyendo la paz. A continuación, Ariel Sharon espera ofrecer a los palestinos un incipiente Estado de transición en la franja de Gaza.

Marawan Bishara, profesor de la Universidad Norteamericana de París y autor de ´Palestine/Israel: peace or apartheid´. Traducción: Juan Gabriel López Guix. La Vanguardia.

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