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____________________ “Orientalismo”:
25 años después Edward Said
Hace nueve
años escribí un epílogo para Orientalismo, que -intentando clarificar lo que
consideraba haber dicho y no dicho- enfatizaba no sólo las muchas discusiones
abiertas desde que mi libro apareció en 1978, sino el curso de las crecientes
malinterpretaciones de un trabajo en torno a las representaciones de "el
Oriente". En mi libro
(Fuera de lugar), 1999, describía los extraños y contradictorios mundos en los
que crecí, proporcionándome a mí y a mis lectores un recuento detallado de
los ambientes que, pienso, me formaron en Palestina, Egipto y Líbano. Pero era
un relato muy personal de todos esos años de mi involucramiento político -que
comenzó después de la guerra árabe-israelí de 1967-, y se quedó corto. Me gustaría
poder decir que el entendimiento general de Medio Oriente, los árabes y el
Islam en Estados Unidos ha mejorado en alguna medida, pero caray, en realidad
no. Por todo tipo de razones, la situación en Europa parece ser
considerablemente mejor. En Estados Unidos el endurecimiento de actitudes, el
tensar el yugo de un cliché de generalizaciones menospreciativas y
triunfalistas, la dominación de un poder crudo, aliado con el desprecio
simplista hacia quienes disienten y contra "otros", tiene su correlato
exacto en el saqueo y la destrucción de las bibliotecas y museos de Irak. Lo que
nuestros dirigentes y sus lacayos intelectuales son incapaces de comprender es
que la historia no puede borrarse como un pizarrón, dejándolo limpio para que
"nosotros" podamos ahí inscribir nuestro propio futuro e imponer
nuestras formas de vida para que estos pueblos "inferiores" las sigan.
Es bastante común escuchar que los altos funcionarios en Washington y en otras
partes hablen de cambiar el mapa del Medio Oriente, como si las sociedades
antiguas y una miríada de pueblos pudieran sacudirse como almendras en un
frasco. Pero esto ha ocurrido con frecuencia en "Oriente", ese
constructor semimítico que se inventa y reinventa en incontables ocasiones
desde la invasión de Napoleón a Egipto a finales del siglo XVIII. Y en el
proceso, los sedimentos no relatados de la historia, que incluyen innumerables
historias y una variedad sorprendente de pueblos, lenguajes, experiencias y
culturas, son barridos e ignorados, relegados al banco de arena junto con los
tesoros derruidos a fragmentos indescifrables que le fueron arrebatados a
Bagdad. Mi
argumento es que la historia la hacen mujeres y hombres, y es factible
deshacerla y rescribirla de tal manera que "nuestro" Oriente se vuelva
"nuestro" para poseerlo y dirigirlo. Tengo en muy alta estima las
potencialidades y regalos de los pueblos de la región que luchan por su visión
de lo que son y lo que quieren ser. Ha sido tan abrumador y calculadamente
agresivo el ataque contra las sociedades contemporáneas árabes y musulmanas,
acusándolas de ser retrógradas, carecer de democracia y abrogar los derechos
de las mujeres, que se nos olvida que las nociones de modernidad, iluminismo y
democracia no son conceptos acordados por todos ni son en modo alguno tan
simples que puedan encontrarse o perderse como huevos de Pascua en una sala de
estar. La suficiencia desalentadora de los publicistas estúpidos (que hablan en
nombre de la política exterior pero sin conocimiento alguno del lenguaje con
que habla la gente real), fabrica un árido paisaje, propicio para que el poderío
estadounidense construya un modelo artificial de "democracia" de libre
mercado, con el cual no se necesita hablar árabe, persa o francés para
pontificar sobre el efecto dominó que supuestamente necesita el mundo árabe. Pero existe
una diferencia entre conocer otros pueblos y otros tiempos (que resulta del
entendimiento, la compasión, el estudio y el análisis cuidadoso en sí
mismos), y el conocimiento que es pieza de una campaña global de autoafirmación.
Hay, después de todo, una profunda diferencia entre el deseo de entender con el
propósito de coexistir y ensanchar horizontes y el deseo de dominar con el fin
de controlar. Es sin duda una de las mayores catástrofes de la historia que una
guerra imperialista confeccionada por un grupito de funcionarios estadounidenses
que no fueron elegidos se lance contra una devastada dictadura tercermundista,
apelando a aspectos claramente ideológicos, para intentar la dominación del
mundo, el control de la seguridad y los escasos recursos, y que disfrace su
intención real, adosada y pensada por orientalistas que traicionaron su deber
como académicos. Sin un
esquema bien organizado de que los pueblos de allá no son como
"nosotros" y no aprecian "nuestros" valores -el corazón
mismo del dogma orientalista- no habría habido guerra. Así que del mismo
directorio de académicos profesionales pagados por los conquistadores
holandeses en Malasia e Indonesia, por los ejércitos británicos en India,
Mesopotamia, Egipto y África occidental, por los ejércitos franceses en
Indochina y África del norte surgieron los asesores estadounidenses del Pentágono
y la Casa Blanca, y utilizan los mismos clichés, los mismos estereotipos
menospreciadores, las mismas justificaciones para ejercer poder y violencia (al
fin y al cabo, dice el coro, el poder es el único lenguaje que entienden). Toda
esta gente se unió para el caso de Irak con un ejército entero de contratistas
privados y emprendedores voraces a quienes se confiará todo, desde escribir
libros de texto hasta la Constitución que remodele la vida política de Irak y
su industria petrolera. Veinticinco
años después de la publicación de mi libro Orientalismo, se alza una vez más
la cuestión de si el imperialismo moderno ha terminado o si continuó en
Oriente desde que Napoleón invadió Egipto dos siglos antes. Se le ha dicho a
los árabes y a los musulmanes que la victimología y vivir de los despojos del
imperio es sólo una manera de evadir la responsabilidad del presente. Han
fallado, se fueron por el camino equivocado, dice el orientalista moderno. Por
supuesto, está también la contribución de Naipaul a la literatura: las víctimas
del imperio gimotean mientras su país se va a la mierda. Pero qué superficial
cálculo de una intrusión imperial es ésta que poco anhela encarar la larga
sucesión de años a través de los cuales el imperio continúe su intromisión
en las vidas de palestinos, congoleños, argelinos o iraquíes. Piensen en la línea
que comienza con Napoleón, continúa con el surgimiento de los estudios
orientales y la toma de África del norte, para luego proseguir en empresas
semejantes en Vietnam, Egipto y Palestina y que durante todo el siglo XX ha
pugnado por el petróleo y el control estratégico del golfo Pérsico, en Irak,
Siria, Palestina y Afganistán. Luego piensen en el surgimiento del nacionalismo
anticolonial, el corto periodo de una independencia liberal, la era de golpes
militares, la insurgencia, la guerra civil, el fanatismo religioso, la lucha
irracional y la brutalidad irresponsable hacia los más recientes grupos de
"nativos". Cada una de estas fases y eras produce su propio
conocimiento distorsionado de la otra, sus propias imágenes reduccionistas, sus
propias polémicas peleoneras. Esto quiere
decir que todo ámbito está vinculado con todos los demás; no existe nada en
nuestro mundo que haya estado aislado y puro de influencias exteriores.
Requerimos hablar de aspectos tales como la injusticia y el sufrimiento en el
contexto amplio de la historia, la cultura y la realidad socioeconómica.
Nuestro papel es ampliar el campo de la discusión. Buena parte de mis pasados
35 años he defendido los derechos que tiene el pueblo palestino a la
autodeterminación nacional, pero siempre he intentado prestar toda la atención
posible a la realidad del pueblo judío y la forma en que sufrió persecuciones
y genocidio. El punto central es que la lucha por la equidad entre Palestina e
Israel debe dirigirse hacia un objetivo humanista, es decir, hacia la
coexistencia, y no a una ulterior supresión y negación. No es
accidental que indique que el orientalismo y el antisemitismo moderno tienen raíces
comunes. Por tanto es necesidad vital que los intelectuales independientes
provean modelos alternativos a aquellos que simplifican y confinan por basarse
en una mutua hostilidad que prevalece en Medio Oriente y en otras partes, desde
hace tanto tiempo. Como
humanista cuyo campo es la literatura, tengo la edad suficiente como para haber
sido educado, hace 40 años, en el campo de la literatura comparada, cuyas ideas
conductoras se remontan a la Alemania de finales del siglo XVIII y principios
del XIX. Antes debo mencionar la contribución creativa, suprema, de
Giambattista Vico, filósofo y filólogo napolitano cuyas ideas anticiparon a
pensadores alemanes como Herder y Wolf, y después a Goethe, Humboldt, Dilthey,
Nietzsche, Gadamer, y finalmente a los grandes filólogos del siglo XX, como
Erich Auerbach, Leo Spitzer y Ernst Robert Curtius. A los jóvenes
de la generación actual la mera idea de la filología les sugiere algo
demasiado mohoso, de anticuario, pero de hecho es la más básica y creativa de
las artes interpretativas. Su ejemplo más admirable puede hallarse en el interés
de Goethe por el Islam en general y por Hafiz en particular, pasión que lo
consumía y lo condujo a la composición del West-Östlicher Diwan, y que influyó
en las ideas posteriores de Goethe respecto de la Weltliteratur, el estudio de
todas las literaturas del mundo como si fueran un todo sinfónico que pudiera
aprehenderse teóricamente preservando la individualidad de cada trabajo sin
perder la visión del todo. El
conocimiento positivo de las lenguas y la historia fue necesario, pero nunca fue
suficiente, como tampoco la recolección mecánica de datos podía en modo
alguno constituir un método adecuado para comprender lo que era un autor como
Dante, por ejemplo. El requisito fundamental para el tipo de entendimiento filológico
del que hablaban Auerbach y sus predecesores, el que intentaron poner en práctica,
era uno que con simpatía y subjetividad penetrara en la vida de un texto
escrito, desde la perspectiva de su tiempo y su autor (einfühlung). En vez de
pregonar la alienación y la hostilidad hacia otros tiempos y diferentes
culturas, la filología según la aplicaba la Weltliteratur implicaba un
profundo espíritu humanista desplegado con generosidad y, si se me permite el
uso del término, con hospitalidad. Así, la mente del intérprete creaba
activamente un lugar para el otro, extranjero. Este crear un lugar para el
trabajo de los que podrían ser ajenos y distantes es la faceta más importante
de la misión del intérprete. Todo esto,
obviamente, fue minado y destruido en Alemania por el nacional-socialismo. Después
de la guerra, Auerbach anota con tristeza la estandarización de las ideas, y la
creciente especialización del conocimiento que estrechó gradualmente las
oportunidades para el tipo de trabajo filológico de indagación perenne e
investigación que él había representado, y, caray, es todavía más depresivo
saber que, desde la muerte de Auerbach, en 1957, la idea y la práctica de la
investigación humanista se ha encogido en espectro y en centralidad. En vez de
leer en el sentido real del término, nuestros estudiantes se distraen hoy con
el conocimiento fragmentado disponible en la red electrónica y los medios
masivos de comunicación. Esta es una
de las facetas del debate global. En los países árabes y musulmanes la situación
no es mejor. Como argumenta Roula Khalaf, la región se ha deslizado hacia un
antiamericanismo fácil que muestra muy poco entendimiento de lo que en realidad
es Estados Unidos como sociedad. Dado que los gobiernos se han vuelto
relativamente incapaces de afectar las políticas estadounidenses hacia ellos,
vuelcan sus energías en reprimir y sojuzgar a sus propias poblaciones, lo que
acarrea resentimiento, rabia e imprecaciones inútiles que no abren la
posibilidad de que en las sociedades haya ideas seculares en torno a la historia
y el desarrollo humanos. En cambio, son sociedades sitiadas por la frustración
y el fracaso, y por un islamismo construido por un aprendizaje dogmático y por
la obliteración de otras formas de conocimiento secular, consideradas
competitivas. La desaparición gradual de la extraordinaria tradición ijtihad
islámica, o interpretación personal, es uno de los mayores desastres
culturales de nuestro tiempo, pues ocasiona la pérdida del pensamiento crítico
y de los modos individuales de lidiar con el mundo moderno. Los
terribles conflictos que pastorean a los pueblos con consignas tan falsamente
unificadoras como "América", "Occidente" o
"Islam" e inventan identidades colectivas para una enorme cantidad de
individuos que en realidad son bastante diversos, no deben permanecer en la
potencia que ahora mantienen y debemos oponernos a ellos. Aún contamos con
habilidades interpretativas racionales que son un legado de la educación
humanista, no piedad sentimental que clama por que retornemos a los valores
tradicionales o a los clásicos, sino una práctica activa del discurso
racional, secular, en el mundo. El mundo secular es el de la historia como la
construyen los seres humanos. El pensamiento crítico no se somete al
llamamiento a filas para marchar contra uno u otro enemigo aprobado como tal. En
vez de un choque de civilizaciones manufacturado, necesitamos concentrarnos en
el lento trabajo de reunir culturas que se traslapen, para que se presten unas a
otras, viviendo juntas en formas mucho más interesantes de lo que permite
cualquier modo compendiado o no auténtico de entendimiento. Pero este tipo de
percepción ampliada requiere tiempo, paciencia e indagación escéptica, y el
respaldo que otorga la fe en las comunidades de interpretación, algo difícil
de mantener en un mundo que demanda acción y reacción instantáneas. El
humanismo se centra en la individualidad humana y la intuición subjetiva, no en
ideas recibidas o autoridades aprobadas. Los textos deben leerse como producidos
y vividos en el ámbito histórico de todas las posibles formas del mundo. Pero
esto no excluye el poder. Por el contrario, he tratado de mostrar las
insinuaciones, las imbricaciones del poder inclusive en el más recóndito de
los estudios.
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Editor Ahmed
Hijazi Teléfono: 915228922 - 637979217 E-mail: mundoarabe@mundoarabe.org Copyright ©Mundo Árabe 2000-2007 Madrid-España Resolución de pantalla recomendada 1024 x 768
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