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Artículo

Palestina sigue sin solución

John Pilger

Traducción: Iñaki Megía

El pasado octubre, a primera hora de la mañana, una joven embarazada llamada Fátima Abed-Rabo se despertó con intensas contracciones. Ella y su marido se dirigieron en el coche de un amigo al hospital de Belén, en la Palestina ocupada por Israel.

La pareja había estado intentado tener un segundo hijo durante tres años y se había sometido a un tratamiento de fertilidad. "La noticia del embarazo nos hizo tan felices que lo celebramos reemplazando la cubierta de hojalata de nuestro hogar con un tejado de hormigón".

La pareja fue detenida en el control militar a la salida de su pueblo. Los soldados les hicieron dar la vuelta, a pesar de que Fátima tenia una hemorragia. Cogieron un taxi, con la esperanza de que así les dejasen pasar. De nuevo les hicieron dar media vuelta, sin explicaciones. Un soldado imitó los gemidos de Fátima.

Fátima dio a luz en el taxi. Recuerda como los soldados arrojaron el carnet de identidad de su marido sobre la sangre que había en el suelo.

"Cortamos el cordón umbilical con una cuchilla de afeitar", dijo. "Mi marido envolvió al niño en su chaqueta, y al final uno de sus familiares encontró un camino secundario".

Con un kilo y medio escaso de peso, azul y en condición critica, el bebé ya estaba muerto cuando llegaron al hospital.

"No sabemos porqué nos han hecho esto", me dijo en mi documental para la ITV. "No fue una cuestión personal. Así tratan a todos los palestinos. Me duele decirlo, pero ayudarían antes a un animal que a un árabe".

Historias como la de Fátima rara vez son noticia en Gran Bretaña, y sin embargo son típicas del tratamiento cotidiano de los palestinos. Grupos de derechos humanos gestionados por israelíes han constatado cientos de casos de palestinas embarazadas y enfermos graves que has sido obligados a dar la vuelta en controles israelíes, incluso ambulancias.

"No sabemos cuantos han muerto así", declaró un portavoz de Médicos Israelíes por los Derechos Humanos, "porque muchos ni se molestan en intentar llegar al hospital, sabiendo que los soldados los pararán. Esta gente no es ninguna amenaza para Israel. Los que lo son, como los suicidas cargados con bombas, por supuesto que nunca van a través de controles, que solo existen para dominar, sojuzgar y humillar a gente corriente. Es una especie de terrorismo rutinario".

Los comentarios de Fátima sobre ser tratados peor que animales son pertinentes. Siempre es más fácil hacer daño o matar a gente que, desde el punto de vista de los que tienen el poder, no cuenta: sea en Afganistan o en la Palestina ocupada.

Los soldados Israelíes que mantienen la ocupación ilegal de territorios palestinos pueden provocar la muerte de bebés y otros inocentes, o matarlos directamente, pero términos como "asesinato" o "terrorismo" casi nunca se usan. Los políticos que diseñan y permiten este "terrorismo rutinario", que es el resultado de una forma de colonialismo, disfrutan de la misma inmunidad.

De hecho, para entender las raíces y el doble criterio de la "guerra contra el terror" de Bush, cuya propaganda ha sido adoptada al pie de la letra por el régimen israelí de Ariel Sharon, es necesario venir a Palestina, donde una de las ocupaciones militares más largas de los tiempos modernos está ya en su trigésimo sexto año.

Cuando pasaba controles israelíes el pasado mayo, hubo varios de estos asesinatos rutinarios. Una enfermera fue una de las víctimas. Nueve de cada diez palestinos que mueren a manos de los israelíes son civiles; el 45 por ciento son adolescentes y niños. En Gaza, hace cinco años se abrió un parque de atracciones junto al mar. Era el único en una zona muy empobrecida, poblada por refugiados cuyas familias fueron expulsadas por la fuerza de sus tierras o de sus pueblos por los israelíes.

"Al principio tuvo mucho éxito" cuenta Walid Al Dirawi, que cuida las ruinas desiertas de atracciones oxidadas y coches de choque. "Después empezaron a disparar desde el otro lado de la carretera. Los colonos israelíes y los soldados disparaban todos los fines de semana, y claro, la gente dejó de venir". Tras los coches de choque hay un muro acribillado a balazos, como un tiro al blanco.

Los colonos son en su mayoría religiosos israelíes o inmigrantes de Rusia, América y otros países, que están subvencionados por el gobierno para vivir en lo que son fortalezas coloniales en medio de comunidades palestinas, protegidas por el Ejército israelí.

No tienen derecho a estar allí según las normas internacionales, y Naciones Unidas dice que se tienen que ir. Su justificación suele ser bíblica.

Para el estado de Israel, tienen un objetivo práctico: ocupan e invaden más y más tierras palestinas, y al tiempo permiten al ejercito dominar a los palestinos con más y más controles de carretera y restricciones. Muchos pueblos palestinos están rodeados por alambre de espino, y la gente necesita un permiso especial para ir al pueblo de al lado. Gaza, donde están atrapadas 800.000 personas, está rodeada por una valla electrificada.

Cuando el arzobispo Desmond Tutu vino recientemente, declaró: "Los palestinos son tratados de la misma manera en que nos trataban a nosotros en la Sudáfrica del apartheid".

Atrapada por controles y toques de queda arbitrarios, la economía palestina está en ruinas. Según un informe del gobierno norteamericano, más de la mitad de los niños palestinos sufre desnutrición, incluso la desnutrición crónica que se define como raquitismo.

La gente se esfuerza por sobrevivir con menos de un euro y medio al día. Una de las escenas más conmovedoras que he presenciado han sido las cometas que intentan alcanzar el cielo cada atardecer, luciendo los colores de la bandera palestina, que hacen volar niños terriblemente delgados desde sus prisiones a cielo abierto en los campos de refugiados.

Abriéndose camino entre esta pobreza y desesperación, están las "colonias" israelíes: urbanizaciones surrealistas de clase media que son fortalezas armadas con torres de vigía. Desde aquí los "colonos" disparaban contra el parque de atracciones. Yo visité una de estas fortalezas. Lo que más me llamó la atención fue la exuberante vegetación: el constante rumor del agua corriendo: aspersores regando invernaderos y jardines cuidados al detalle. Al otro lado de lo que parece el muro de Berlín, en la empobrecida Gaza, las cañerías gotean y a menudo se secan.

Estos enclaves ilegales y provocativos, y las áreas de seguridad que los rodean controlan casi el 42 por ciento de la Palestina ocupada - un hecho que por si mismo ridiculiza el mito de que hace dos años los israelíes hicieron una oferta "generosa" para devolver el 90 por ciento de los territorios ocupados, que la autoridad palestina rechazó.

La verdad es muy diferente. Después de las negociaciones de paz en Norteamérica en el 2000, el consejero de seguridad nacional del presidente Clinton, Robert Malley, que estuvo allí con Clinton, reveló que, aunque los palestinos rechazaron ciertas propuestas israelíes, "también se podría decir que Israel rechazó la solución sin precedente de dos estados que les fue ofrecida por los palestinos, incluyendo las siguientes propuestas: un estado de Israel que incorporaba tierras ocupadas en 1967 y que incluía la gran mayoría de sus colonos; el Jerusalén judío mas extenso de la historia de la ciudad (y) seguridad garantizada por una presencia internacional liderada por Estados Unidos".

Al poco tiempo de su fundación en 1948, Israel controlaba, principalmente como resultado de la partición de las Naciones Unidas, y en parte por la fuerza, un total del 78 por ciento de la Palestina histórica. Los palestinos, que eran mayoría, huyeron en una campaña orquestada de miedo y terror o fueron expulsados. Hoy en día, a eso se le llamaría "limpieza étnica".

Cuando se retiró el general Moshe Dayan, un héroe militar israelí, declaró: "Los territorios judíos fueron construidos sobre pueblos árabes. No hay un solo lugar en el país que no haya tenido población árabe en el pasado".

Durante la guerra de los seis días en 1967, los israelíes ocuparon el 22 por ciento restante de Palestina. Hoy, los palestinos que buscan la creación de su propio estado independiente, sólo quieren que les devuelvan ese 22 por ciento.

Muy poco se sabe o se comprende generalizadamente en Gran Bretaña de estos antecedentes, a pesar de que la región aparece constantemente en las noticias. El pasado mayo, el Glasgow University Media Group, famoso por sus análisis pioneros de los medios de comunicación, publicó un estudio que encontraba que a los telespectadores en particular raramente se les dice que los palestinos son víctimas de una ocupación militar ilegal y brutal. Sólo el nueve por ciento de los entrevistados eran conscientes de que los israelíes son los ocupantes. Durante años, representar a los isrealíes como opresores ha sido un tabú que siempre acarreaba injurias por antisemitismo (una ironía funesta, ya que los palestinos también son semitas).

Esto ha sido manipulado por el Gobierno de israelí y sus grupos de presión extranjeros, especialmente en los Estados Unidos, donde controlan la mayoría del congreso y de la Casa Blanca.

Muchos israelíes, al igual que muchos judíos en Gran Bretaña y en otros países condenan esta intimidación, como condenan la ocupación y temen sus profundos efectos corruptores sobre la sociedad israelí. Recientemente, el rabí principal de Gran Bretaña, Jonathan Sacks, declaró que desde hace mucho tiempo cree que Israel debería devolver los territorios ocupados. Cuando estuve en Israel en mayo, unos 50.000 israelíes abarrotaron el centro de Tel Aviv, pidiendo al gobierno de Ariel Sharon que hiciera la paz.

Aún son una minoría. Los suicidas palestinos cargados de explosivos y sus masacres de inocentes han encallecido la opinión pública israelí, pero lo que rara vez se comenta es que son un fenómeno relativamente reciente.

Durante gran parte de su resistencia, los palestinos han luchado valerosamente con tirachinas - contra un ejercito moderno, equipado con tanques, cazabombarderos y helicópteros de asalto.

Gran Bretaña tiene una responsabilidad histórica hacia los palestinos. La "Declaración de Balfour" de 1917 prometió a los judíos una patria siempre que ello no perjudicase los derechos de las comunidades no judías. Los británicos, como es bien sabido, incumplieron su promesa. Gran Bretaña administró el mandato de la Liga de Naciones en Palestina hasta la partición que creó el estado de Israel en 1948, que los palestinos conocen como al-Nakba, "la catástrofe".

Como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, los sucesivos gobiernos británicos se han comprometido a apoyar las resoluciones que piden a Israel que cese la ocupación.

En la Asamblea General, han habido aproximadamente 450 resoluciones pidiendo, de una forma u otra, justicia para los palestinos. Esto es una plusmarca mundial. Ningún otro país se ha hecho acreedor al oprobio de la comunidad internacional tan a menudo como los israelíes, y a ningún otro país se le ha disculpado su comportamiento "malvado" con tanta consistencia, gracias a su patrocinador, Estados Unidos.

Cuando Irak invadió Kuwait en 1990, el consejo de seguridad de la ONU le ordenó retirarse. Cuando los iraquíes incumplieron la orden, fueron atacados con tanta fuerza que decenas de miles fueron masacrados. Cuando Israel se apoderó de Cisjordania y de Gaza, ese mismo Consejo de Seguridad le ordenó la retirada. Eso fue hace 35 años, y la ocupación continúa.

Gran Bretaña ha alimentado la hipocresía que tuvo su apogeo en la asamblea general de las Naciones Unidas la semana pasada, cuando George Bush, hablando y argumentando como un capo de la mafia, y con el apoyo incondicional de Tony Blair, amenazó la mismísima existencia de la ONU si no le proporciona una hoja de parra con la que pueda cubrirse mientras ataca a Irak.

Pero el espectro en la asamblea general era el desacato de las resoluciones de la ONU por parte de Israel. Todos los delegados lo sabían, especialmente los británicos, que son plenamente conscientes del efecto desestabilizador y duradero de la ocupación ilegal.

También saben que está siendo intensificada por Ariel Sharon, un hombre a quien una comisión de su propio parlamento encontró indirectamente, pero "personalmente responsable" de la masacre de más de 800 palestinos en 1982, y que en una ocasión fanfarroneó diciendo: "Ellos (los árabes) tienen los números. Nosotros tenemos las cerillas".

Con Bush y Blair a punto de encender otra guerra en Oriente Medio, la justicia para los palestinos sigue siendo la clave para la paz.
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Editor Ahmed Hijazi
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