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| ___________________________________________ Palestina La
paz no es tener un plan XAVIER
BATALLA
La
intervención de Washington en Oriente Medio tuvo hasta 1956 un carácter
comercial, basado sobre todo en las actividades de las compañías petroleras.
Pero la crisis de Suez, en la que Washington puso fin a la agresión de Gran
Bretaña, Francia e Israel contra el Egipto de Gamal Abdel Nasser por el control
del canal, cambió la percepción que los estadounidenses tenían de Oriente
Medio. Suez significó la retirada británica de la región, en la que Estados
Unidos, por su relación estratégica con Israel, se convirtió en el principal
protagonista. Y la guerra de los Seis Días, mientras Vietnam resistía, fue la
puntilla. Israel se transformó en un aliado imprescindible, los dólares
comenzaron a regar el desierto y las relaciones entre ambos países se trocaron
en una cuestión de política interior estadounidense. Desde entonces
Washington ha sido una fábrica de planes para el conflicto árabe-israelí en
general y el palestino-israelí en particular. William
Rogers, secretario de Estado de Richard Nixon, elaboró dos planes, en 1969 y
1970, pero no alcanzó a ver la paz prometida. Henry Kissinger, que le hizo la
cama a Rogers, optó por la política del “paso a paso”, aunque tampoco llegó
a ninguna parte. El presidente Carter creyó rozar la gloria en 1978, con los
acuerdos de Camp David, por los que Israel devolvió a Egipto la península del
Sinaí, pero el acuerdo le costó la vida a Anuar El Sadat. Ronald Reagan
presentó dos planes: uno en septiembre de 1982, que fue rechazado por el primer
ministro israelí Menahem Begin, y otro, en febrero de 1988, que llevó el
nombre de George Shultz, el secretario de Estado. Bush, una vez ganada la
primera guerra contra Irak, prometió un nuevo orden y arrastró al primer
ministro israelí Yitzhak Shamir a la conferencia de Madrid, pero la paz siguió
en el seno de Abraham. Bill Clinton casi logró la cuadratura del círculo, pero
el primer ministro israelí Yitzhak Rabin –impulsor del proceso– fue
asesinado, la resistencia palestina se disparó y el acceso al poder de
Netanyahu y Sharon enterró el proceso. George W. Bush pretende tener ahora la
solución en la “hoja de ruta”, aunque, antes de empezar, ayer ya dijo que
habrá que retocarla para tener en cuenta las reservas expresadas por el
Gobierno israelí. Los
palestinos siempre han sido la piedra con la que se ha tropezado en Oriente
Medio. Rogers contó con la comprensión de Egipto e Israel, pero los palestinos
no se dejaron. Carter salvó el escollo del Sinaí, pero no le permitieron
resolver la cuestión palestina. Reagan se ganó las iras de Begin por proponer
un autogobierno para los palestinos. A Bush le pasó tres cuartos de lo mismo. Y
Clinton, que tuvo la paz al alcance de la mano, pasó a la historia sin poder
hacerla. El
11 de septiembre ha cambiado la escena internacional. Bush se considera capaz de
dictar la paz, Sharon está crecido y Arafat está en las últimas. Pero no sólo
de los éxitos se aprende, sino también de los fracasos, especialmente de los más
recientes. ¿Qué falló en los acuerdos de Oslo? ¿Por qué se fracasó? Como
ha escrito el editorialista de “Financial Times”, “a Oslo no sólo lo
mataron los ataques suicidas o la connivencia de Arafat con los
militantes. Murió porque los gobiernos israelíes utilizaron los acuerdos como
una cobertura para duplicar el número de colonos (en los territorios palestinos
ocupados). Como dice (hasta ahora, por lo menos) la ‘hoja de ruta’, Israel
tiene que poner fin a la ocupación”.
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