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Capítulo VII, Ahmed Hijazi*
Mundoarabe.org, 2/11/2005 Los analistas que pretenden explicar la excitación francesa contra Siria, utilizando la amistad personal que mantenía Chirac con el asesinado ex presidente del gobierno libanés, no pueden producir más que risas, pues todos sabemos que, desde los tiempos de Napoleón, en la política exterior francesa no hay amigos, sólo intereses. Léase la profunda relación personal entre Chirac y Gerhard Shröder y los honores de Estado con que fue recibida la hasta entonces candidata a la cancillería alemana, Angela Merkel. Algunos dirán que sin el asesinato de Hariri los países beligerantes no hubieran abierto la batalla contra Siria. La respuesta a este argumento es sencilla, basta con leer el informe de Detlev Mehlis, jefe del equipo de la ONU que investiga el atentado cometido contra Hariri el pasado 14 de febrero en Beirut. Dicho informe está plagado de juicios políticos contra Siria, contra las organizaciones palestinas afincadas tanto en este país como en El Líbano, lo mismo contra la principal fuerza libanesa Hizbollah que expulsó a Israel de El Líbano. El Informe Mehlis en su totalidad no es digno de ser llamado informe de investigación, es un informe político guiado por una vieja tesis política estadounidense-israelí: Siria es un país rebelde. Las maniobras estadounidenses e israelíes son tan viejas como la misma ocupación israelí en Palestina o como la hipocresía occidental cuando del mundo árabe se trata. Mucho antes de del asesinato de Hariri y no lejos del año 2002, congresistas norteamericanos presentaron la ley llamada “El Acta de Responsabilidad Siria y de Restauración de la Soberanía Libanesa”, promovida por el muy amigo de Israel, El congresista demócrata Eliot Engel. En este Acta se pedía sancionar a Siria, estigmatizar al país y promover un cambio de régimen. La principal herramienta que proponía el texto fue el de imponer sanciones de todo tipo contra Siria, es la misma herramienta con la que el Consejo de Seguridad está amenazando hoy a este país. Durante la presentación del proyecto del “Acta de Responsabilidad Siria y de Restauración de la Soberanía Libanesa”, Eliot Engel pronunció su famosa frase: “…. Con el derrocamiento del régimen de Sadam Husein, es el momento adecuado para que EEUU empiece a tomarse en serio los asuntos que se refieren a Siria". Así, las amenazas contra Siria no manan por amor a El Líbano. Es cierto que cada uno de los gobiernos beligerantes apalea a sus propios motivos e intereses, pero para nosotros, como árabes, es la misma política, el mismo intervencionismo agresivo, los mismos dobles raseros y la misma hipocresía occidental. En los últimos cuatro años el Estado israelí asesinó a más de 3000 palestinos y nadie convocó al Consejo de Seguridad de la ONU para condenar estas atrocidades, ni para frenar a Israel o pedir su cooperación con la comunidad internacional y poner fin a su sistemática violación de la legalidad internacional. Lo mismo podemos decir de la agresión ilegal contra Irak que el mundo prefiere asumirlo como hecho consumado para no exigir cuentas a los gobiernos invasores. Si los gobiernos que están amenazando a Siria nos dijeran que lo hacen para promover reformas y apertura en Siria, quizás no tendríamos nada que objetar, a excepción de los métodos con los que pretenden alcanzar dichos propósitos, pero esta hipocresía con que están llevando el asunto nos provoca mucha preocupación. No se trata de que nos guste o no el régimen de Assad, sino que los ladrones de Bagdad no nos producen ninguna confianza. Para nosotros el régimen de Assad es tan detestable como lo fue el de Sadam y como lo son los regimenes agresivos de Bush, Balir y Sharon. Amenazando a Siria mediante una resolución basada en el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, nos trae a la memoria la resolución 1441 que el trío de las Azores utilizó con su propia interpretación para invadir Irak. Y aquí podemos leer textualmente lo que dicen dos de los párrafos del Capítulo VII (Artículo 41): “El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán comprender la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas. Capítulo VII (Artículo 42): Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que t rata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones Unidas. Volviendo a los planes estadounidenses e israelíes para desestabilizar Siria, resulta útil mencionar que muchos de los que incitaron a la guerra contra Irak, firmaron un documento en el que se aboga igualmente por el uso de la fuerza militar contra Siria. En su visita a Washington durante el mes de julio de 20 03, el primer ministro israelí, Ariel Sharon, se reunió con el congresista Eliot Engel, y se cree que de esta reunión salió la idea de volver a activar la iniciativa de ley que va a facilitar la aplicación de sanciones y embargos contra Siria. El día 18 de agosto de 2003, y después de reunirse, de nuevo, con Ariel Sharon en Israel, el congresista Eliot Engel afirmó otra vez: “La Administración Bush ya no se opone a este Acta después de finalizada la guerra de Irak”, y añadió “el primer ministro Sharon me expresó su apoyo total a esta ley para castigar a Siria”. A partir de aquel día, sólo hacía falta esperar el momento más adecuado para actuar. La novedad en estos planes de Estados Unidos e Israel es la incorporación francesa. No se esperaba de Francia una excitación política tan exagerada y agresiva contra Siria por la muerte de Hariri. Pero no hay que descartar que esta actitud sorprendente pretenda buscar la reconciliación política con los gobiernos que invadieron Irak. En todo caso, de seguir esta vía beligerante contra Siria, el Gobierno francés estará abriendo el camino para un cambio en la presidencia y el gobierno en su propia casa, porque en términos de política exterior los franceses no son ni ingleses ni estadounidenses. Las amenazas contra Siria, el silencio hacia las atrocidades de Israel en Palestina y la ocupación de Irak no serán el capítulo final de la política occidental, ya van dos siglos de esta política. De hecho, a los árabes no les va a sorprender una nueva intervención contra Siria, ni más hostigamiento contra sus países, tienen claro que sus gobiernos son detestables, pero también que los motivos occidentales lo son de igual manera. Es hora de que Occidente se dé cuenta de que los jóvenes árabes no se radicalizan por la religión, sino por la política hipócrita y agresiva de Occidente. * Ahmed Hijazi es editor de Mundoarabe.org |
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