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_________________________________ Para
entender qué es Hamas Tres Generales, un mártir Uri
Avnery
Traducción para Mundoarabe.org Como
ya he rememorado varias veces, sucedió así: a finales de 1992, el nuevo primer
ministro, Isaac
Rabín, expulsó a 415 activistas islámicos–principalmente
miembros de Hamas– al área fronteriza libanesa. Nosotros plantamos una
acampada en protesta
frente a
la oficina del primer ministro en Jerusalén. Allí nos pasamos 45 días
con sus noches–activistas por la paz israelíes (quiénes llegaron más tarde
a fundar Gush Shalom) y ciudadanos árabes de Israel, principalmente miembros
del movimiento islámico. La mayoría del tiempo fue muy frío, y algunos días
nuestras tiendas se cubrieron de nieve. Había mucho debate en las tiendas, los
judíos aprendieron algo sobre el Islam y los musulmanes algo sobre Judaísmo. Los
militantes expulsados
vegetaron
durante un año por el paisaje de colinas, entre los ejércitos israelí
y libanés. El mundo entero siguió su sufrimiento. Después de un año les
permitieron regresar, y los líderes de Hamas en Gaza organizaron una recepción
de regreso a casa para ellos en el vestíbulo más grande de la ciudad.
Invitaron a aquellos israelíes que habían protestado contra la expulsión. Me
pidieron que hiciera un discurso. Hablé sobre paz, y en la intermisión fuimos
invitados a almorzar con los organizadores. Quedé impresionado por la actitud
amistosa de los centenares de personas que estaban allí. Indudablemente,
el jeque Ahmed Yassin y el portavoz de los
expulsados, Dr. Abd-al-Aziz al-Rantissi (quién pasó a ser el sucesor
del Jeque Yassin la semana pasada) habrían estado presentes, también, si ellos
no hubieran estado en prisión. Recuento
esta experiencia para señalar que el cuadro de Hamas como un enemigo
incorregible de toda la paz y
compromiso no es exacto. Por supuesto, 10 años de derramamiento de
sangre, atentados suicidas y asesinatos selectivos
han ocurrido desde entonces. Pero aun ahora, el cuadro es mucho más
complejo que a primera vista pueda parecer. Hay
tendencias diferentes en Hamas. El centro duro ideológico se niega
de hecho a cualquier paz o compromiso con Israel. Ellos lo consideran una
implantación extranjera en Palestina que en la doctrina islámica es un
“wakf” musulmán (concesión religiosa). Pero muchos simpatizantes
de Hamas no tratan la organización como un centro ideológico sino como
un instrumento de combate a Israel,
en persecución de objetivos realistas. El
Jeque Yassin anunció hace algunos meses en un periódico alemán que la lucha
se interrumpiría después del establecimiento de un estado palestino dentro de
las fronteras de 1967. Recientemente,
ofreció una “ hudna” (tregua) durante 30 años. ( La cual recuerda
fuertemente una sugerencia de Ariel Sharon
de que Israel dejaría la Franja de Gaza y retendría partes grandes de
Cisjordania en
una fase interina
que duraría
20 años.) Por
consiguiente, el asesinato del Jeque no sirvió para ningún objetivo positivo.
Fue un acto tonto. Los
tres generales que realmente dirigen
los asuntos de Israel– el primer ministro Ariel Sharon, el Ministro de
Defensa Sha'ul Mofaz y
el Jefe de Estado Mayor
Mosh Ya'alon–mantienen
que a “corto plazo” el asesinato aumentaría, de hecho,
los ataques a ciudadanos israelíes, pero “a la larga” ayudaría a la
“derrota del terrorismo.” Tienen mucho cuidado de no explicar donde empiezan
y acaban los límites del
“corto” y del
“largo plazo”.
Nuestros generales israelíes no creen en itinerarios. Me
tomo la libertad de decirles a estos tres estrategas ilustres: ¡las
tonterías, con zumo de tomate! ( como se dice en jerga hebrea). O más bien,
tonterías con sangre. A
corto plazo, esta acción pone en peligro nuestra seguridad personal; a la larga
representa un peligro aun mayor para nuestra seguridad nacional. A
corto plazo, ha aumentado la motivación para que Hamas lleve a cabo ataques
mortales. Cada israelí entiende esto y está tomando precauciones extras estos
días. Pero los resultados menos obvios son mucho más amenazantes. En
los corazones de centenares de miles de niños en los territorios palestinos y
en los países árabes, este asesinato ha levantado una tormenta de rabia y ha
traído sed de venganza, junto con los sentimientos de frustración y humillación
en vista de la impotencia del mundo árabe. Esto no sólo producirá miles de
nuevos potenciales atacantes suicidas
dentro del país, sino también decenas
de miles de voluntarios para las organizaciones islámicas radicales a lo
largo del mundo árabe. (Lo sé, porque a la edad de 15 me uní al ejército
clandestino en circunstancias similares.) No
hay ninguna arma más fuerte para una organización combatiente que un mártir.
Basta mencionar a Avraham Stern, alias Ya'ir que fue muerto por la policía británica
en Tel-Aviv en 1942. Su sangre dio un impulsó la emergencia del clandestino
Lehi (apodado “la banda de Stern”) qué sólo cuatro años después
estaba jugando un papel destacado en la expulsión de los británicos de
Palestina. Pero
la reputación de Ya'ir no era nada comparada con la del
Jeque Yassin. El hombre nació al completo para
el papel de mártir canonizado: una personalidad religiosa, un parapléjico
en una silla de ruedas, quebrado de cuerpo pero no de espíritu, un militante
que pasó años
en prisión, un líder que continuó su lucha después de sobrevivir a un
intento de
asesinato más temprano milagrosamente, un héroe asesinado
cobardemente desde el aire mientras abandonaba la mezquita después de la
oración. Ni siquiera un genio de escritor
podría inventar una figura más adecuada para la adoración de mil
millones de musulmanes, en esta y las próximas generaciones. El
asesinato de Yassin animará a la cooperación entre las organizaciones
palestinas combatientes. Aquí, también, un paralelismo
con la clandestinidad hebrea se presenta. En una cierta fase de la lucha
contra los británicos,
había mucha inquietud entre los miembros del Hagana, el ejército clandestino
semi-oficial de la dirección sionista (comparable a Fatah de hoy). El Hagana
(qué incluía la formación de elite del Palmaj) fue visto como inactivo,
mientras el Irgun y Lehi aparecían como héroes que llevaron a cabo acciones
increíblemente audaces. La agitación dentro del Hagana causó la emergencia de
un grupo llamado “la Nación Luchadora” qué defendió la cooperación íntima
entre varias organizaciones. Varios miembros del Hagana simplemente se fueron al
Lehi. Ahora
está pasando entre los palestinos. Se manchan cada vez más los límites entre
los varios grupos. Los miembros de
Las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa cooperan con Hamas y Jihad,
contrariamente a las órdenes de su dirección política, diciendo que “
puesto que nos matan juntos, permítidnos luchar juntos.” Este fenómeno esta
ligado a crecer y hacer los ataques más eficaces. La
popularidad de Hamas
entre la población está subiendo a lo más alto, junto a su capacidad
para llevar a cabo ataques. Esto no significa que el público palestino acepta
el objetivo de un Estado islámico o que ha dejado la idea de un Estado
palestino junto a Israel. Incluso entre los miembros de Hamas, muchos abrazan
esta idea. Pero la admiración de las masas para los atacantes y sus acciones
reflejan la convicción que los israelíes entienden sólo el idioma de la
fuerza, y esa experiencia demuestra que sin violencia extrema los
palestinos no lograrán nada en absoluto. No
hay ninguna evidencia real, desgraciadamente, para lo contrario. La verdad es
que los palestinos nunca han logrado algo sin acudir a la violencia. Por tanto
las peticiones
firmadas
estos días por significadas
personalidades palestinas llamando
para un final de la lucha armada no tendrá efecto. No pueden señalar
cualquier otro método que suene con convencimiento a su público. Y nuestro
gobierno siempre, sin excepción, presenta tales
movimientos como una señal de debilidad. A
largo plazo, el asesinato de Yassin propone un peligro existencial. Para cinco
generaciones, el conflicto Israelo-palestino fue esencialmente un conflicto
nacional–un choque entre dos grandes movimientos nacionales cada uno de los
cuales exigieron el país para sí mismo. Un conflicto nacional es básicamente
racional, puede ser resuelto por compromiso. Esto puede ser difícil, pero es
posible. Nuestra pesadilla siempre ha sido que la lucha nacional se convertiría
en religiosa. Puesto que cada religión exige representar la
verdad absoluta, las luchas religiosas no permiten el compromiso. El
martirio del Jeque Yassin incluso empuja más lejos la oportunidad de Israel de
lograr jamás la
paz y la tranquilidad, relaciones normales con sus vecinos, con una
economía floreciente. Aumenta el peligro de que las generaciones futuras de árabes
y musulmanes lo verán como una implantación
extranjera, instalada en esta región por medio de la fuerza, con cada
musulmán decente, desde Marruecos a Indonesia,
debiendo esforzarse por su desarraigo. Tales
visiones están lejos de la capacidad de absorción de nuestros tres generales
del Ejército israelí. Sharon, Mofaz, Ya'alon y su raza entienden sólo la
fuerza bruta
al servicio de un nacionalismo sionista estrecho y cerrado.
La paz no los inspira, para ellos el compromiso es una palabra sucia. Está
bastante claro que ellos se sentirán mucho más cómodos si el pueblo palestino
está conducido por
radicales combatientes religiosos
que por un hombre dispuesto al compromiso como Yasser Arafat. |
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Editor Ahmed
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